A Irene le gusta correr, siente que vuela y le encanta la sensación de que sus pies cojan carrerilla. Un día, en el recreo de su cole, como tantas otras veces, siente que no le dejan jugar al futbol de delantera, que es lo que más le gusta, y a raíz de un conflicto en el partido, se dirige a la portería enfadadísima.