Por: Julián Caballero Aguado.
Alcobendas, antaño sosegado pueblo castellano situado en las proximidades del gran Madrid, corte y capital de medio mundo, ha asomado a las páginas literarias de eximios escritores, unos llevando su nombre a la ficción, otros citándole en sus descriptivos diarios de viajes.
Si bien la primera noticia escrita del nombre de Alcobendas data del remoto año de 1208 -un documento en que Alfonso VIII fijaba los límites entre Madrid y Segovia-, no asoma a las páginas de un libro impreso sino hasta el año 1517, en que Fernando Colón, hijo del descubridor, hace de nuestro pueblo una somera cita, en su obra titulada "Descripción y cosmografía de España" diciendo "Alcovendas es aldea de 250 vecinos es de un Arias Dávila hasta San Sebastián de los Reyes ay medio millo pequeño de cuesta arriba; no tiene más término de las goteras Alcovendas".
La prisión del rey Francisco I de Francia por las tropas del emperador Carlos V tras la famosa Batalla de Pavía, dio lugar a otra aparición literaria de Alcobendas en la obra del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo titulada "Relación de lo su-cedido en la prisión del rey Francisco de Francia desde que file traído a España y por todo el tiempo que estuvo en ella, hasta que el emperador le dio libertad". Era el día 18 de septiembre de 1525 y el emperador se encontraba en nuestro pueblo cuando le llegaban acuciantes noticias sobre la salud del rey francés.
"...en aquel instante cavalgó e se fue camino de Madrid, casi a todo correr del cauallo. E como llegó al lugar que llaman Alcovendas, tres leguas de San Agustín, e tres de Madrid, llegó allí otra posta al encuentro en que los médicos escrivian que su magestad aguijase, e que si no se dava prissa aunque lo hallase bivo, lo hallaria frenético o sin sentido, porque cada momento empeorava. El emperador se dio muy mayor prissa, de manera que llegó a Madrid entre las ocho e las nueve, por manera que en obra de dos horas e media corrió aquellas seys leguas que ay de el lugar de San -Agustín a Madrid...".
En el siglo XVII, por todos conocido como siglo de oro de nuestras letras, Alcobendas va a asomarse en algunas de las obras escritas por las inimitables plumas de sus más afamados literatos, buenos conocedores de los pueblos aledaños del Madrid cortesano.
Miguel de Cervantes cita Alcobendas en su inmortal obra "El Quijote", en boca del modesto y asustado bachiller Alonso López
Resulta obligado, al hablar de tan reputados escritores, comenzar por el alcalaíno Miguel de Cervantes (1547-1616) y por su inmortal "Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", donde el nombre de Alcobendas se hace un hueco entre sus páginas puesto en boca de un presunto licenciado que no resultó ser sino un modesto y asustado bachiller alcobendeño que en pacífica comitiva fúnebre transitaba por los campos manchegos cuando filera abatido por un desaforado don Quijote: "Con facilidad será vuestra merced satisfecho -respondió el licenciado-; y así, sabrá vuestra merced que, aunque denantes dije que yo era licenciado, no soy sino bachiller, y llámome Alonso López; soy natural de Alcobendas; vengo de la ciudad de Baeza, con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las hachas...".
La amistad entre las gentes de los pueblos vecinos era constatada por el dramaturgo Gaspar de Aguilar (1561-1623) en un entremés titulado "Boda de Foncarral": "Casaron en Foncarral/con un viejo de setenta,/malsano de todas partes,/a una niña de perlas;/y juntáronse a la boda,/con los demás de Alcobendas/de Rejas y de Barajas,/muchas aldeanas bellas".
Luis de Góngora (1561-1627) se refería a una joven alcobendana, un tanto solícita y desvergonzada, en unos versos titulados, precisamente, "Una moza de Alcobendas": "Una moza de Alcobendas,/sobre su rubio trenzado,/pidió la fe que le he dado,/porque eran de oro las prendas;/concertados sin contiendas/nuestros dulces desenojos,/me pidió sobre sus ojos/por lo menos un doblón;/yo, aunque de esmeralda son,/se le libré en Tremecén./Hice bien?".
Quién llamado filera fénix de los ingenios, Félix Lope de Vega (1562-1635) no dejó en el olvido nuestra villa, aunque tan sólo fuera en una de sus obras, "La paloma de Toledo", y en auxilio de la rima: "...quien tiene mejores prendas/desde Madrid a Alcobendas".
En una obra anónima publicada en 1627, titulada "Relación de la fiesta que hizo don Juan de Espina. Domingo en la noche, ultimo día de febrero", la anormal situación jurídico administrativa de Alcobendas, en cuanto a la limitada jurisdicción de sus alcaldes, era utilizada con sorna y humor: "...Al rumor se halló en Madrid/toda la gente despierta,/y aun dizen que dio cuydado/a un Alcalde en Alcobendas". El incisivo Quevedo (1580-1645) lanzaba sus temidas pullas contra los alcobendeños en unos versos del soneto titulado "Al salir de los reyes", no de su usual forma vehemente sino satírica y burlesca:
Alcalde de hoy adelante,/ved que ha de haber diferencia/de mí, que he visto a los reyes/a los demás de Alcobendas". La mofa y burla que se hacía de los villanos y gente de pueblo se ponía de manifiesto en un villancico anónimo del siglo XVII titulado "Los sacristanes", abundante en alusiones a pueblos madrileños, donde el nuestro es representado por un sacristán afanoso: "Entró con un haz de leña/el de Alcovendas llorando/y con razón, porque el pobre/iba cargado de palos .Y llevaba por mote:/no hay que reírse, que ya medra en corcoba/el que bien sirve".
Aquel siglo de oro file para Alcobendas un lugar de parada y fonda para gente principal que a la corte acudía por el llamado camino de Francia. Algunos diarios de viajes y memorias nos describen algunas importantes estancias en nuestro pueblo, como la del embajador de Francia, mariscal Bassompierre, en el año de 1621, citada en sus "Memories": "Le lundy 8 j'arrivay á Alcovendas, auquel lieu Ms. du Fargis, Comte de la Roche, vint me voir, & foupa avec mou, & Ms. le Comte de Chafteau-Villain auffi: puis s'en retournereñt la nuit coucher á Madrid. Le mardy 9, je partis d'Alcovendas ltapresdifnée, por veir a Madrid...".
Eso ocurría a su llegada en marzo, y en el siguiente mes, en una jornada que le llevara desde El Escorial a La Alameda repetía pasó por nuestro pueblo, volviéndolo a citar expresamente: "Le vendredy 30 je partis de ltEfcurial; vms difner au Pardo, maifon de plaifence du Roy, & fils cocher á Alcovendas.Cejour la le Duc d'Ofi'ine fe goruma avec Dom Loúi cronista madrileño Antonio León Pinelo en sus "Anales de Madrid" (1684), refiriéndose al siete de octubre de 1.623: "entró en Madrid Wolfango Guillermo de Austria y Baviera, hijo segundo de la casa de Baviera y bisnieto del Emperador Don Fernando, Infante de España, Duque 1de Juliers, Cleves y Neoburg.
Llegó a Alcobendas, a donde file el Conde de Barajas y le acompañó hasta la Puerta de Fuencarral. Allí salió a recibirle la Nobleza de la Corte, y el -Conde de Olivares entró a su lado". La petición de mano de la infanta Maria Teresa por el rey Luis XIV en 1659 dio lugar a que Alcobendas y viera alterada su pacífica vida rural con la presencia de la embajada francesa enviada al efecto para tan importante evento, confirmatorio de la llamada "Paz de los Pirineos".
Quevedo lanzó sus temidas pullas contra los alcobendeños, de forma satírica y burlesca, en uno de sus sonetos.
El hijo del embajador francés, Antonio de Gramont en sus "Memorias del Mariscal De Gramont" cita la estancia en nuestro pueblo: "...Vuelvo al mariscal De Gramont, que partió de Irán el 4 de octubre y llegó el 15 a Alcobendas, desde donde salió el 16 a las cuatro de la mañana para ir a Maudes (...) Y porque el rey le había hecho advertir en Alcobendas por don Cristóbal de Gaviria que por esa primera vez debía abstenerse de hablar a la infanta de matrimonio...
Francisco de Bertaut, noble francés acompañante de aquél en la embajada matrimonial que les trajo a la corte, escribió un "Diario del viaje de España" en el que vuelve a estar presente nuestro Alcobendas, y su palacio de los condes de Puñonrostro, en especial sus jardines: "El 15, a Alcobendas, a seis leguas de Madrid, donde hay una casa muy bonita para este país, es decir, un jardín muy hermoso, donde hay fuentes y hermosos paseos... Encontré que se servían en Alcobendas de una manera de regar muy cómoda, porque en el centro de todos los parterres hay allí una pequeña fuente, sobre el tubo de la cual ponen otro que hace ir el agua a un lado, en vez de ir a lo alto, y en ese tubo ponen todavía otro, y así un gran número, y tantos como son necesarios para llegar hasta el extremo del parterre. Entonces el jardinero, dando vueltas todo alrededor y teniendo todos esos tubos que están metidos los unos en los otros, y que de ese modo no hacen más que uno, conduce el agua en un momento por todo el parterre, porque esos tubos están taladrados por algunos sitios, y de ese modo reparten el agua por todas partes (...) Desde que hubimos llegado a Alcobendas, el rey de España envió allí a don Cristóbal de Gaviria, lugarteniente de sus guardias e introductor de los embajadores, y un poco después a uno de sus mayordomos, llamado marqués de Malpica, que le trajo un presente muy galante (...). El equipaje había quedado en Alcobendas; de manera que allí no había ningún criado...".
En 1679, otra noble francesa, Madame D'Aulnoy, escribía su "Relación del Viaje a España", donde volvía a aparecer nuestro pueblo aunque algo devaluado: "Sabía que mi parienta debía venir a mi encuentro hasta Alcobendas, que no esta apartado de Madrid más que seis leguas. Como no estaba allí todavía quise esperarla, y don Federico de Carnona, me propuso ir a comer a una casa muy bonita, cuyo dueño era amigo particular suyo. Por eso en vez de apearme en ese pueblecillo, lo atravesamos".
Tanta gente importante aposentada en Alcobendas y la brillantez de su palacio quizá indujera al autor anónimo del poema titulado "La Gandalla", tan popular en su día, a la alusión de sus damas: "En San Sebastián pastores, / y en Alcobendas las damas. / Fuencarral las belloteras,/ en Madrid las cortesanas".
Otra obra anónima, esta vez holandesa, titulada "Viajes hechos en diversos tiempos en España, en Portugal, en Alemania, en Francia y en otras partes", publicada en 1700, confirmaba la condición alcobendeña de antesala de Madrid: "...el gran deseo que teníamos de vemos en esa capital, nos hizo salir temprano. Pasamos tres leguas de un país bastante infértil, pero muy hermoso por la caza, después de lo cual nos encontramos en Alcobendas, donde nos vimos obligados a comer para dejar que descansaran nuestras monturas, y después de haber hecho una hora de camino por la tarde, descubrimos Madrid...".
En la segunda mitad del siglo XVIII, la llamada "Ilustración" en su intento de dar a conocer la realidad española con su literatura descriptiva, nos aporta dos descripciones de Alcobendas.
La primera fue la de Tomás López y Vargas, geógrafo real, quien en su, "Descripción de la Provincia de Madrid", publicada en 1763, decía: "A cerca de una legua de Hortaleza se halla La Moraleja; y a tres quartos de aquí y en tres leguas cortas de Madrid está la villa de Alcobendas. El día de Nuestra Señora de la Paz hay Romería, y hacen fiesta sus habitantes a esta Señora".
La segunda se contenía en la obra titulada "Viaje de España", de Antonio Ponz, secretario de la Real Academia de San Fernando, publicada ~ en 1781: "...Salí, pues, de Madrid caminando tres leguas hasta la villa de Alcobendas por el fecundo territorio que V. conoce. A la legua y media se pasa por junto a Fuencarral, que queda a mano izquierda. La campiña generalmente pelada de arboles, según la usanza, y sin que haya razón para ello; pues podría haber multitud de millares, aunque solo fuese entre aquellas viñas de Fuencarral y Alcobendas, famosas por el exquisito vino moscatel, que de sus uvas se hace, comparable a los mejores licores que conocemos".
La Guerra de la Independencia y el paso de las tropas napoleónicas por nuestro pueblo dio motivo a otro tipo de apariciones literarias de su nombre. Algunos militares franceses publicaron sus vivencias bélicas, como el Capitán Grasset, en su obra titulada "La Guerre d'Espagne", quien refiriéndose a la llegada de Joaquín Murat el 23 de Marzo de 1808, decía: "...Le 22, il sera entre Buitrago et San Agostino; le 23, il passera en revue le corps de ltOcéan Sur les hauteurs dtAlcobendas, devant la foule des Madrilenes enthousiastes".
Por su parte, el Comandante Balagny, en su obra "Campagne de Empereur Napoleon en Espagne", refiriéndose a la jornada del 2 de diciembre de 1808, tras la famosa batalla de Somosierra que abriera las puertas de Madrid a Napoleón, decía: ... El emperador llevó toda su caballería hacia el sur y dio orden a la división de Lapisse de marchar hacia Alcovendas, formando la vanguardia (...) Alcovendas, a 15 kilómetros de Madrid; la caballería había bloqueado el primero de diciembre todos los alrededores de este punto, donde el Mariscal Bessieres había establecido su cuartel general (...) En la mañana del dos de diciembre el Mariscal Bessieres, con toda la caballería, partió de Alcovendas hacia Madrid, y llegó a las proximidades de la capital a través de una espesa niebla que hizo que la vanguardia formada por la caballería ligera polaca cayese sin esperárselo en los puestos de las avanzadillas españolas...".
Benito Pérez Galdós refleja el nombre de nuestra ciudad en su episodio nacional "Napoleón en Chamartín"
Con la Guerra de la Independencia como fondo, una gloria de nuestra literatura, Benito Pérez Galdós (1842-1920), reflejaba el nombre de Alcobendas en "Napoleón en Chamartín", uno de sus episodios nacionales, en varios pasajes: "...Echóse todo el mundo a la calle en averiguación de lo ocurrido, y corriendo de boca en boca las nuevas, exageradas por la ignorancia o la mala fe, bien pronto llegó a decirse que los franceses estaban en Alcobendas (...)
Y si no, figúrate si será bonito ver a lo mejor que cuando tranquilamente avanzan los franceses, creyéndose seguros, aparecen como llovidas por el flanco derecho las tropas españolas y me lo cogen sin disparar un tiro entre Alcobendas y San Agustín (...) pero bien podría suceder que ese hombre, conociendo que no puede vencernos por la fuerza, intente dar al traste con la astucia a nuestro poderío, y se disfrace con el traje de un payo huevero de Alcobendas, para acercarse a nuestras formidables fortificaciones y estudiarlas cómoda-mente".
Sobre el mismo tema histórico y dando un salto en el tiempo volvemos a encontrarnos con el nombre de Alcobendas en la novela de Juan Antonio Vallejo Nájera titulada "Yo el intruso", publicada en 1987, donde se hace referencia a la huida de José Bonaparte, el 1 de Agosto de 1808, tras la batalla de Bailén: "...La vanguardia debe haber llegado a Buitrago, dejaremos la retaguardia durante un día en Alcobendas para cubrir la retirada. Castaños precisa, por lo menos, dos jornadas para llegar a Madrid".
A mediados del siglo XIX, el escritor costumbrista Ramón Mesonero Romanos en su obra "Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica", publicada en 1842, hablaba de la austeridad del paisaje de nuestros alrededores: "Mas, a decir verdad, qué podría contar aquí que de contar fuese, tratándose de la travesía de Madrid a Buitrago, por Alcobendas y Fuencarral, por aquellos campos silenciosos y amarillos, ante los cuales enmudecería la misma rica y delicada lira de Zorrilla, o el pincel fecundo y grato de Villaamil...".
Otro autor costumbrista apuntado a la moda de las descripciones viajeras, Francisco de Paula Mellado, era mucho más despectivo hacia nuestras tierras en su obra titulada "Recuerdos de un viaje por España", publicada en 1849:
"- ¡Hombre de Dios! Y para esto te gastas tu dinero y abandonas la corte! - ¡ Y en describir a Fuencarral y Alcovendas querías que gaste mi tiempo! - Son dos pueblos de España... - Pero dos pueblos que nada ofrecen notable, y si hubiésemos de hacer mención de todos los que veremos, se necesitarían muchos volúmenes. Eso es bueno para los diccionarios geográficos. Nosotros no vamos a describir el país topográficamente; vamos a recorrerlo y a hablar de aquello que nos llame más la atención...".
Unos años después, en 1865, Cayetano Roselí, en su "Crónica de la Provincia de Madrid", reconocía, al menos, el buen fruto de aquellos campos denostados: "Alcobendas, que posee algunas casas de buenas condiciones, y elabora el vino moscatel de merecida nombradía en toda aquella tierra". Siendo Andrés Marín Pérez, en 1888, quien en su "Guía de Madrid y su Provincia", fuera el más bucólico y poético refiriéndose a Alcobendas: "Tiene alegre horizonte, despejado cielo y saludable clima".
Angel Fernández de los Ríos, en su obra titulada "El futuro de Madrid", escrita en 1868, pedía para nuestra zona algo, al parecer; tan imposible como el ferrocarril: "...que la Zarzuela, y el Pardo y la real Quinta y La Moraleja necesitan estar en comunicación directa, fácil y económica con Madrid; que las cosechas de Alcobendas, San Sebastián de los Reyes, Paracuellos del Jarama, Barajas y otros pueblos deben tener mejores elementos de transporte que las recuas de machos y las carretas; que los pueblos de las cercanías no deben ser ocasión de un viaje sino de un paseo, cosa es que no necesita demostración".
Alcobendas aparece en "La horda", publicada en 1905 por el valenciano Vicente Blasco Ibañez
Unos años después, el nombre de Alcobendas volvía a una novela, precisamente como pueblo suministrador de víveres a la capital, en "La horda" del valenciano Vicente Blasco Ibáñez, publicada en 1905: "...Así como avanzaba el día, era más grande la afluencia de carros y cabalgaduras en la glorieta de los Cuatro Caminos. Llegaban de Fuencarral, de Alcobendas o de Colmenar, con víveres frescos para los mercados de la villa. Junto con los cántaros de la leche descargábanse en el fielato cestones de huevos cubiertos de paja, piezas de requesón, racimos de pollos y conejos caseros...".