La línea no es un lugar sobre el que poder pararse. Bien lo saben todos los que quieren estar a un lado u otro de ella. Cueste lo que cueste. En cambio, hay quienes desean instalarse en medio de la falla donde la tierra se come a sí misma. Esta es una historia del siempre tránsito, del marchar díscolo, de la voluntad errática y del culto que amalgama. Una historia de anclas y aeropuertos, de batallas y moscas, de espectáculo y fronteras, de epitafios y cunas.